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    Cuando fuimos a cenar a “La Truffe d’Argent”, célebre restaurante de cinco tenedores, nos sentamos en una mesa al lado del magnífico ventanal desde donde se podía apreciar el Sena y la catedral de Notre Dame en todo su esplendor. Contemplamos plácidamente el atardecer que cubría París de un tenue manto rojo. Martin Ferney, afamado camarero del lugar, nos comentó la carta con tanta precisión y lujo de detalles que lo felicitamos por sus conocimientos. “Eso no es nada”, dijo, “me conozco al dedillo todos los vinos de nuestra inmensa bodega y todos los secretos de la gastronomía francesa. Es más, hay un plato que lleva mi nombre, el célebre Homard breton à la Ferney. Varios restaurantes me han ofrecido sumas colosales para contratarme pero siempre he rechazado…” Bajando la voz y entrecerrando los ojos nos confesó, con cierta vanidad, “Si me voy de aquí, este restaurante no existe más, se evapora, desaparece… puesto que soy el símbolo vivo de la excelencia en lo que a restauración francesa se refiere”. Al decir esto, alzó el mentón, dio media vuelta y con aire de suficiencia se eclipsó detrás de la barra.
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    Obra realiza por Parastone de su colección Profisti. Pieza singular que destaca por su acabado y numerosos detalles.   profisti-24.medium
  • El sargento Germán Echeverría no temía el fuego. De niño le encantaba prender los cigarrillos a su padre, amaba ese olor tan particular del azufre que desprenden los fósforos al encenderse. Su madre le decía: “No juegues con fuego que te harás pipí en la cama”.

    En otoño se divertía haciendo grandes fogatas con sus amigos del barrio, le fascinaba tirar puñados de sal gruesa sobre las llamas para escuchar cómo crepitaban. Una noche, luego de haber quemado todas las hojas secas del jardín, soñó que estaba al lado de un gran árbol y de pronto le vinieron unas tremendas ganas de hacer pis, cosa que hizo tranquilamente y con gran placer. A la mañana siguiente al despertarse, tomó la decisión más importante de su vida: de ahora en adelante combatiría el fuego sin piedad. Hizo un curso de bombero y hoy es el jefe del cuartel de su barrio. Todos lo conocen bajo el apodo de “Fosforito”.

  • Obra realiza por Parastone de su colección Profisti. Pieza singular que destaca por su acabado y numerosos detalles.   profisti-24.medium  
  • Figura de Barman

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    Figura de Asador

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    “¡Hacer un asado no es moco de pavo!”, explica Freddy a un par de párvulos que lo escuchan con admiración. “Primero hay que saber encender el carbón. Después se calienta la parrilla para poder limpiarla más fácilmente”. Los niños oían embelesados al maestro. “Luego se acomodan delicadamente los trozos de carne y los chorizos en el asador. Por último, y esto es lo más importante, hay que saber esperar el momento exacto para sacar la carne a punto, y después… ¡a chuparse los dedos!” El jugo que chorrea sobre el fuego deja escapar un irresistible aroma a carne asada. Los invitados, atraídos por tan magnífica fragancia, se acercan para ver el espectáculo. Entre los murmullos de admiración de los presentes una voz se eleva y se escucha gritar: “¡Un aplauso para el asador!” Una sonrisa de satisfacción se dibuja en el rostro de Freddy, que levantando los hombros como para minimizar el asunto dice: “Y eso que no me esforcé… ¡sencillito no más!”.  
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  • “¡Yo no fui!”, gritó el acusado clamando su inocencia. “Fue la víctima quien se cayó sobre mi cuchillo justo cuando me estaba limpiando las uñas”. “¡Pruébelo!”, dijo con énfasis el fiscal un poco alterado. “Aunque resulta un poco extraño que alguien se limpie las uñas con un cuchillo de 30 centímetros de largo”, agregó.  
  • Con una leve sonrisa el fiscal miró al abogado defensor y dijo: – “No tiene ningún argumento para demostrar la inocencia de su defendido, absolutamente ninguno”. El abogado defensor extrajo lentamente un papel del bolsillo de su toga, miró al jurado y mostrando un test ADN dijo solemnemente: – “Aquí está la prueba”. En la sala se escuchó un “ohhh” de admiración.  
  • Al acusado se le imputaba un ataque a mano armada y el robo de dos gallinas y seis huevos. A pesar de que cuatro testigos declararon en su contra y de que se encontraron cientos de plumas en su casa, una cacerola con huesos de pollo y restos de tortilla en una vieja sartén, el ilustre abogado Mario Laus, tras un elocuente alegato, logró persuadir al jurado de la inocencia de su defendido y convencerlo de que el verdadero culpable era la sociedad. El detenido fue liberado ipso facto bajo una salva de aplausos provenientes del público que gritaba: "¡ Otra, otra!", lo que obligó al prestigioso magistrado a salir en numerosas ocasiones a saludar a la enfervorizada concurrencia.
  • Al acusado se le imputaba un ataque a mano armada y el robo de dos gallinas y seis huevos. A pesar de que cuatro testigos declararon en su contra y de que se encontraron cientos de plumas en su casa, una cacerola con huesos de pollo y restos de tortilla en una vieja sartén, el ilustre abogado Mario Laus, tras un elocuente alegato, logró persuadir al jurado de la inocencia de su defendido y convencerlo de que el verdadero culpable era la sociedad. El detenido fue liberado ipso facto bajo una salva de aplausos provenientes del público que gritaba: "¡ Otra, otra!", lo que obligó al prestigioso magistrado a salir en numerosas ocasiones a saludar a la enfervorizada concurrencia.
  • Durante su infancia, Vera Timmons, fue testigo de muchos actos delictivos. Un día vio como su vecino, Peter “el Pecoso”, riendo con sarcasmo, destrozó el osito de peluche de su amiguita Katherine. A la semana siguiente, el mismo Peter, armado de una piedra, rompió el cristal de la ventana de la señora Carrigan. Otro día, el mismísimo “Pecoso” robó un manojo de caramelos metiendo sus sucias manos dentro del frasco de golosinas de tía Mary. A pesar de que Vera lo había visto, todos dijeron que mentía y culparon a su hermanita de haber sido la autora del delito.

    La injusticia, eso fue, la injusticia de haber dicho la verdad y que nadie le creyera, lo que llevó a Vera Timmons a estudiar abogacía.

    Habiendo pasado los años y luego de una brillante carrera en la universidad, Vera estaba orgullosa de ejercer su tan deseada profesión. Lo único que nunca pudo comprender muy bien fue cómo el maldito Peter “el  Pecoso”, que se había dedicado a la política, llegó a ser Senador.

  • Durante su infancia, Vera Timmons, fue testigo de muchos actos delictivos. Un día vio como su vecino, Peter "el Pecoso", riendo con sarcasmo, destrozó el osito de peluche de su amiguita Katherine. A la semana siguiente, el mismo Peter, armado de una piedra, rompió el cristal de la ventana de la señora Carrigan. Otro día, el mismísimo "Pecoso" robó un manojo de caramelos metiendo sus sucias manos dentro del frasco de golosinas de tía Mary. A pesar de que Vera lo había visto, todos dijeron que mentía y culparon a su hermanita de haber sido la autora del delito. La injusticia, eso fue, la injusticia de haber dicho la verdad y que nadie le creyera, lo que llevó a Vera Timmons a estudiar abogacía. Habiendo pasado los años y luego de una brillante carrera en la universidad, Vera estaba orgullosa de ejercer su tan deseada profesión. Lo único que nunca pudo comprender muy bien fue cómo el maldito Peter "el Pecoso", que se había dedicado a la política, llegó a ser Senador.  
  • Nunca subestimes a una dama. Obra realiza por Parastone de su colección Profisti. Pieza singular que destaca por su acabado y numerosos detalles.   profisti-24.medium
  • Nunca subestimes a una dama. Obra realiza por Parastone de su colección Profisti. Pieza singular que destaca por su acabado y numerosos detalles.   profisti-24.medium
  • Color azul, con cierre magnético. Con molde de espuma, recubierto de papel seda, la mejor forma de presentar el mazo de Juez como regalo.
    • Medidas 29,5 cm de largo x 22 cm de ancho x 7 cm de altura
    Plazo de entrega: 48-72 Horas  

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