• Iustitia era la Diosa Romana de la Justicia. Su origen es del Griego Titan Themis, que fue un oráculo en Delphi, y llegó a ser conocido como un Dios de la justicia divina. Sus hijas Dike y Astrea también fueron conocidas como Diosas de la Justicia. Hay muchas versiones de la historia de Justitia, pero la mayoría de las veces es retratada llevando la Balanza de la Justicia en una mano, en la otra mano una espada y con los ojos vendados que simbolizan la justa administración del derecho sin corrupción, avaricia, prejuicio o protección en el sistema legal en el mundo occidental.  
  • Mi hermano me decía que con mi timidez nunca lograría tener novia …Pensar que ahora que soy experto en computadoras tengo más de 8000 amigos virtuales, de los cuales 6000 son mujeres y entre ellas hay unas 2500 con las que ya he vivido un apasionado “ciber-amor”. No hay como estar enamorado, uno siente como si el disco duro te latiera a una intensidad de 800mA y tu cerebro fuese un Pen Drive 2.0 64 Go. Si, así es… ¡Siempre fui un romántico Web 3.0! Fabricadas en resina de poliuretano.
  • La copa que tantas veces había soñado tener entre sus manos se hizo realidad. Ni el esguince del omóplato ni la fuerte tendinitis del brazo izquierdo habían impedido al tenaz Gustavo Lanzaro levantar bien alto el trofeo que acababa de ganar. Los “misiles” a 249 km/h que le enviara su rival habían logrado destrozarle cuatro encordados pero no su fuerza mental. Su entrenador, el célebre español Pepe Galleta inspirándose en el famoso jamón serrano, le hizo seguir durante un año una estricta dieta, obligándolo a comer única y exclusivamente bellotas. Esos duros meses de entrenamiento habían sido terribles, pero frente al excelente resultado, todo el sacrificio quedó justificado. Lo único desagradable era ese aliento salvaje que le había quedado en la boca y una marcada aversión al jamón ibérico.
  • A los ocho años Rubén Ponce daba lástima. Sus piernitas parecían dos palitos y corría completamente despatarrado, pero cuando tenía una pelota entre los pies, no había quien se la quitara, salvo si lo tocaban, pues entonces caía al suelo como una saco de patatas. Su padre se dio cuenta del enorme potencial de su hijo, como también de su falta de músculos para poder triunfar en el fútbol. Durante diez años le hizo seguir un régimen estricto de pasta a la boloñesa, tortilla de patatas, huevos rotos con chorizo y un buen cocido con garbanzos y mucha panceta. A los dieciocho años el joven Rubén desbordaba de salud, sus piernas daban miedo y, aunque su incipiente vientre le quitaba un poco de juego de cintura, su habilidad seguía intacta y ya nadie lo hacía caer tan fácilmente.
  • Obra realiza por Parastone de su colección Profisti. Pieza singular que destaca por su acabado y numerosos detalles.   profisti-24.medium
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  • Iustitia era la Diosa Romana de la Justicia. Su origen es del Griego Titan Themis, que fue un oráculo en Delphi, y llegó a ser conocido como un Dios de la justicia divina. Sus hijas Dike y Astrea también fueron conocidas como Diosas de la Justicia. Hay muchas versiones de la historia de Justitia, pero la mayoría de las veces es retratada llevando la Balanza de la Justicia en una mano, en la otra mano una espada y con los ojos vendados que simbolizan la justa administración del derecho sin corrupción, avaricia, prejuicio o protección en el sistema legal en el mundo occidental.  
  • Figura de Doctor

    125.00 
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  • Louis-Philippe de Cabernet Sauvignon introdujo con delicadeza la punta del tirabuzón, exactamente en el centro del corcho de un burdeos milésima 1990. A pesar de que la emoción le hacía temblar el pulso, retiró delicadamente el tapón y un característico sonido de descorche hizo eco en las paredes de la bodega. Miró el estado del mismo, lo olió y una leve sonrisa iluminó su rostro. Sirvió suavemente el preciado líquido en una copa de cristal, la elevó ligeramente para apreciar su contenido límpido y brillante, de color rojo cereza intenso, con reflejos rubí y ribetes de teja oscura. La acercó a su nariz, cerró los ojos, sintió explotar aromas de chocolate, vainilla, trufas, maderas aromáticas, cueros de increíble elegancia y una gran expresión varietal. Llevó el preciado líquido a sus labios, tomo un sorbo y… se dio cuenta de que había olvidado enjuagar la copa dejándole un resto del detergente que le dio al vino un fino gusto a jabón de tocador con aromas a espray para toilette y un bouquet de productos de limpieza bien equilibrados, de gran complejidad y armonía.
  • “¡Una milanesa a la napolitana, una, para la mesa cinco!”, gritó el camarero en dirección a la cocina donde se encontrabael célebre Chef, Rodolfo Monti, probando su famosa receta de “Spaghetti a la putanesca con salsa de ortigas”. “¡Mmmh questo é eccellente, straordinario, splendido, incomparabile!”, se extasiaba el cocinero mientras un largo spaghetti “al dente” desaparecía, ruidosamente aspirado, dentro de su boca. ¡Dos lasañas a la boloñesa, dos, para la siete!”, volvió a gritar un nuevo pedido el maître d’hotel. “¡Aspetta un po’, io non sono una macchina!”, se enojaba el maestro mientras probaba un sexto spaghetti chorreando jugo. “¡Humm, questo è incommensurabile, squisito, eccezionale, favolosi!” repetía con la boca llena al mismo tiempo que mojaba un trocito de pan en la preciada salsa y se limpiaba los bigotes con el revés de la manga.  
  • Paquita Gutiérrez le tenía terror al dentista. Hacía días que una muela estaba torturándola. Primero pensó que sería algo pasajero, luego probó con todos los analgésicos que encontró en el botiquín. Al tercer día fue a hablar con doña Carmen, la vecina que curaba con la palabra. Al quinto día no resistió más y pidió cita con el eminente dentista Dr. Salomón Mimran, cuya fama de excelente profesional se había extendido por todo París. Paquita, con la cara deformada por la enorme hinchazón, se sentó en el sillón del consultorio como si se tratara de una silla eléctrica. “¿Octor, e a oler?”, preguntó Paquita con la voz deformada por la inflamación. “No señora, no le va a doler”, mintió el doctor, está en buenas manos. “A ver… abra la boca y veamos ese molar estropeado” “Ero… si la engo ahierta”, dijo la señora de Gutiérrez. A la cuarta inyección, la anestesia comenzó a hacerle efecto. Sintió que su lengua era un trapo. Quiso decir algo pero sólo le salieron sonidos guturales. El Dr. Mimran pensó que iba a ser fácil, pero cuando se le rompió la segunda pinza de extracción empezó a dudar. “Relájese, que todo va bien”, volvió a mentir el dentista, mientras colocaba un pie sobre el hombro izquierdo de la paciente para hacer más fuerza. Paquita Gutiérrez se arrepintió de no haber hecho su testamento a tiempo. Después de cuarenta minutos de lucha y tras un esfuerzo sobrehumano, el doctor logró extraer la muela rebelde. Con orgullo, la miró fijamente y… empezó a sentir que un sudor frío le corría por la nuca. “A ver, abra la boca…”, dijo tembloroso el dentista, viendo que la muela que tenía en la pinza era un premolar completamente sano.
  • El doctor José Batle era una eminencia. Sus diagnósticos, siempre acertados, habían salvado la vida a cientos de personas y le habían granjeado la admiración de la alta sociedad. Todo le sonreía en la vida hasta el día en el que llegó a su consultorio la actriz más famosa de Hollywood, la despampanante Marilyn Hayworth, que había sufrido una torcedura del dedo meñique. El doctor Batle hizo desvestir inmediatamente a la paciente para asegurarse de que no tenía secuelas en ninguna otra parte del cuerpo. Luego de un profundo y minucioso examen, comprobó… que se había enamorado profundamente de ella. La diva agradeció las atenciones prestadas y salió del consultorio dejando en el aire un sugestivo perfume de camelias. Desde ese día, el doctor Batle no hace más que pensar en la gran Marilyn y esperar que se tuerza otro dedo para poder practicarle un nuevo examen, más profundo todavía.  
  • El hoyo estaba lejos, Mauro Rugolin debía dar un gran golpe con destreza. Él sabía que era capaz, muchas veces había visto a Tiger hacer lo mismo. Esa tarde, una gran muchedumbre había ido a verlo y todos esperaban presenciar su magnífico drive. Separó sus pies exactamente como era debido. En perfecta sincronización, comenzó una rotación de hombros y cintura estabilizando un poco más la rodilla derecha. Primero, miró un instante su lejano objetivo mientras esbozaba una pequeña sonrisa de suficiencia. Continuó su impecable movimiento fijando con la vista la pequeña pelotita. Quedó inmóvil algunos segundos y con toda sus fuerzas… ¡asestó un terrible golpe levantando un enorme pedazo de tierra! La pelotita jamás fue encontrada, pero el pedazo de tierra fue a parar sobre la cabeza del árbitro, quien tuvo que ser hospitalizado con un formidable hematoma en el ojo izquierdo.
  • Chris era un tipo feliz, sin lugar a dudas, un triunfador. “¡El éxito sonríe a los exitosos!”, solía decirse a sí mismo. Su agenda de trabajo estaba siempre a tope. Cuando no estaba de viaje de negocios, se encontraba en su oficina dando órdenes, hablando con su móvil, enviando mensajes y e-mails o comprando y vendiendo acciones. Un hiperactivo. Cuando viajaba en avión lo hacía siempre en business class y gozaba de su estatus de VIP. Sólo usaba zapatos italianos a medida, trajes de paño inglés y camisas de la mejor calidad. Dormía tan sólo 4 horas por día, soñaba con la bolsa de valores y las stock-options. Se veía como el futuro director general de la empresa, hasta que un día… un ataque de estrés y una terrible crisis de nervios lo llevaron a replantearse su vida. Se compró una cabaña en la montaña, una hamaca para dos y de vez en cuando se dedica a cazar mariposas. Chris es realmente feliz.
  • Al acusado se le imputaba un ataque a mano armada y el robo de dos gallinas y seis huevos. A pesar de que cuatro testigos declararon en su contra y de que se encontraron cientos de plumas en su casa, una cacerola con huesos de pollo y restos de tortilla en una vieja sartén, el ilustre abogado Mario Laus, tras un elocuente alegato, logró persuadir al jurado de la inocencia de su defendido y convencerlo de que el verdadero culpable era la sociedad. El detenido fue liberado ipso facto bajo una salva de aplausos provenientes del público que gritaba: "¡ Otra, otra!", lo que obligó al prestigioso magistrado a salir en numerosas ocasiones a saludar a la enfervorizada concurrencia.
  • El paciente de la habitación siete estaba histérico. Hacía dos horas que había entrado en Urgencias debido a una torcedura del dedo gordo del pie y ya había vuelto loco a todo el personal. Los médicos no sabían como calmarlo: uno quería atarlo a la cama, otro sugirió amputarle el dedo, otros querían ahorcarlo. Finalmente decidieron lo más eficaz, lo peor…llamar a Irenita, la enfermera del pabellón seis, la terrible, la “especialista” en enemas urticantes.
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  • Figura de Pintor

    157.78 
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